lunes, 9 de abril de 2012

Para Recordar!!!


Sofía disfrutaba cada hora de clase y nunca hizo problemas para quedarse. Sin embargo, cierta mañana, le preguntaba la hora a la maestro para cuento tiempo faltaba para la hora de salida.



-¿Qué te pasa Sofía, por qué estás tan inquieta por saber cuánto falta para salir?– le preguntó la maestra.

–Es que hoy me viene a buscar mi abuela y me prometió que iba a hacer una empanadas. Sus empanadas son las mejores del mundo. Como ella trabaja en una fábrica todos los días, no tiene tiempo de hacerlas, pero como hoy está descansando, tiene tiempo y el día de hoy me prometió que iba a aprovechar para hacerlas.

–¡Qué bueno! –dijo la maestra– mi abuela también hacía empanadas riquísimas.

–Pero, seguramente no tan ricas como las de mi abuela; ella tiene una receta especial y, además, le salen espectaculares– dijo Sofía.

Carlitos, un compañerito de Sofía, estaba escuchado la conversación y comentó que eso no podía ser, que las empanadas de su abuela eran las mejores.

Sofía, que era muy amiga de Carlitos y no quería discutir con él, lo invitó para que fuera con ella a almorzar a la casa de su abuela.
A la salida, en la puerta de la escuela, Carlitos le pidió permiso a su papá para aceptar la invitación, y Sofía se lo dijo a su abuela.

Cuando llegaron, de inmediato se pusieron a jugar, pero tenían mucha hambre, en ese preciso instante la abuela salió al patio, puso un mantel, vasos, servilletas y una jarra de agua. A Carlitos le extrañó que no hubiera jugo, pero Sofía le explicó que con las empanadas, había que tomar agua sola para sentirles el sabor.

La abuela dejó las cosas y, tranquilamente, fue hasta la cocina y volvió con un plato tapado con una servilleta. Al destaparla, pudieron ver las famosas empanadas.

A Carlitos, no le parecieron «"nada del otro mundo"». Habían unas más grandes que otras y el contorno no era parejo. Es más, pensó que las de su abuela tenían mejor apariencia.
De todos modos, estiró su mano para tomar una y la abuela, antes de que se la comiera, le empezó a explicar cuál era la forma más apropiada de comerlas.

–Tenés que comer despacito. Agarrá una empanada con la servilleta y sentate con las piernas abiertas para que el jugo caiga en el piso. Primero das un pequeño mordisco; apenas la punta de la empanada con un poquito de relleno. Eso es para preparar la boca. Una vez hecho eso, sí, cerrás los ojos y das un mordisco más grande. Masticá lentamente y disfrutá de los diferentes sabores que, juntos, forman algo totalmente diferente.

Después de dar estas instrucciones se quedó en silencio y Carlitos comenzó a saborear y disfrutar de su empanada siguiendo dichas indicaciones.

Al principio le pareció ridícula tanta ceremonia, pero, observó que Sofía lo hacía casi naturalmente. Además, a cada bocado, le iba sintiendo más el gusto y reconoció que, si bien no eran más lindas que las de su abuela, la forma de comerlas y saborearlas, las hacían únicas. 

"La próxima vez que su abuela las hiciera, las comería como le había enseñado la abuela de Sofía"